La Laguna Petrel, ubicada en la comuna de Pichilemu, fue recientemente objeto de un estudio pionero que aplicó un enfoque interdisciplinario para evaluar su estado ecológico, marcando un precedente en el monitoreo de humedales costeros en Chile.
El estudio, liderado por investigadoras e investigadores del Instituto de Ciencias Agroalimentarias, Animales y Ambientales (ICA3) de la Universidad de O’Higgins (UOH), en colaboración con especialistas de otras casas de estudio, combinó indicadores fisicoquímicos, microbiológicos, geoquímicos y ecológicos para comprender con mayor profundidad el funcionamiento y los riesgos ambientales que enfrenta este ecosistema.
Uno de los hallazgos más preocupantes fue la contaminación microbiológica y química en el tramo alto del estero San Antonio, principal afluente de la laguna, donde se detectaron altos niveles de Escherichia coli, nitratos y fosfatos, superando la normativa chilena NCh1333. Esta situación evidencia el impacto de la actividad agrícola y posibles descargas domésticas, contribuyendo a procesos de eutrofización y deterioro del hábitat acuático.
Asimismo, el estudio reveló la presencia de bacterias halófilas como Idiomarina y Marinicella, asociadas a la intrusión de agua de mar provocada por la apertura de la barra de arena que separa la laguna del océano. Este fenómeno altera los parámetros ecológicos del sistema, como el pH y la disponibilidad de nutrientes, modificando las cadenas tróficas naturales.
También se detectó la bacteria Cutibacterium acnes, de origen humano y potencialmente patógena, lo que sugiere una posible contaminación antropogénica directa en la laguna.
En el análisis de sedimentos, se identificaron altas concentraciones de metales como aluminio, hierro y litio, que actúan como sumideros de contaminantes. Sin embargo, bajo ciertas condiciones, estos elementos pueden liberarse nuevamente hacia el agua, convirtiendo a los sedimentos en fuentes secundarias de contaminación, según advierten los autores del estudio.
La intrusión salina fue confirmada por elevados niveles de conductividad eléctrica, sodio y magnesio, junto con una comunidad microbiana dominada por organismos propios de ambientes salinos.
Aunque el estudio no definió zonas críticas específicas, se identificaron sectores con alta recepción de insumos agrícolas y urbanos como los más vulnerables ecológicamente. Ante estos resultados, la investigadora Morgane Derrien plantea la necesidad de implementar un monitoreo ecológico integral, regular la apertura de la barra de arena y avanzar en la restauración de ecosistemas ribereños.
El trabajo posiciona a la Laguna Petrel como un sitio estratégico para la investigación y conservación ambiental en la Región de O’Higgins, además de ofrecer una metodología replicable en otros humedales costeros del país.
La investigación fue desarrollada por el equipo del ICA3 de la UOH junto a académicos de la Universidad de Playa Ancha, la Pontificia Universidad Católica y fue financiada por el Ministerio de Educación, en el marco del proyecto URORED21992.