Desde la ruka de la Asociación Inche Tañi Mapu en Talca, el werken explica el rol ancestral de la autoridad mapuche, la historia del movimiento indígena en el Maule y la revitalización de la cultura, lengua y juegos tradicionales.
TALCA, REGIÓN DEL MAULE – En un encuentro realizado en la ruka de la Asociación Inche Tañi Mapu, junto al río Claro y rodeados de naturaleza, el huerquén Iván Lepián Pilquinao compartió la historia del movimiento indígena en el Maule, el sentido de su rol como werken y el trabajo comunitario que hoy revitaliza la lengua, la cultura y las prácticas ancestrales. La conversación forma parte del cuarto capítulo de “Herencia Ancestral: Comidas, Juegos y Tradiciones que Nos Unen”, proyecto que busca visibilizar expresiones vivas del patrimonio indígena en la región.
El rol del werken: portavoz y puente entre comunidades
El werken —o huerquén— es una autoridad tradicional mapuche encargada de comunicar, orientar y representar a su comunidad.
Lepian explica que su función es acompañar al lonko Robinson Cariman Bustamante, y transmitir sus mensajes y decisiones:
“Mi rol es ser ese vocero, la persona que da a conocer la palabra del lonko y que acompaña en los procesos organizativos.”
Este trabajo se consolidó a partir del año 2000, cuando jóvenes universitarios y familias de distintos linajes mapuche comenzaron a reunirse en Talca para reconstruir su identidad territorial.
El despertar mapuche en el Maule: familias, memoria y organización

Lepian relata que su madre llegó a Talca en 1978 y que durante años creyó ser la única mapuche en la ciudad. Con el tiempo, comenzaron a aparecer otras familias que mantenían prácticas, apellidos y memorias vinculadas al territorio.
“En el Maule los libros decían que estábamos extintos. Pero aquí siempre hubo picunches: Casquín, Cuichal, Malipan, Llanca, Lupayante… nunca se fueron, aunque perdieran la lengua.”
El movimiento creció desde reuniones informales en calles y aceras hasta la conformación de una organización formal, donde se comenzó a estudiar la lengua, la cosmovisión y los derechos indígenas.
Hablar de revitalización implica también reconocer la continuidad de prácticas que han resistido por generaciones. Lepián destaca algunos alimentos que forman parte del patrimonio maulino:
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Catuto, pan tradicional mapuche hecho de trigo cocido y molido en piedra.
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Mote, alimento ancestral que sigue presente en sectores rurales.
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Collofo y cochayuyo, consumidos históricamente en territorio maulino.
El werken recalca que recetas como el charquicán o la cazuela reflejan una mezcla entre productos indígenas y europeos:
“La cazuela es lo más mestizo que tenemos; une alimentos traídos por España con los propios del territorio.”
A esto se suma el uso de lawen (plantas medicinales), cuya transmisión permanece viva pese a la pérdida de biodiversidad generada por la expansión de monocultivos.
Relación con el Estado: avances, limitaciones y necesidad de institucionalidad

Respecto al vínculo con el Estado, Iván Lepián reconoce avances significativos por parte del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, especialmente en programas basados en derechos y participación comunitaria.
“Con el Servicio de Patrimonio ha sido un buen proceso; hay diálogo, continuidad y resultados visibles.”
Sin embargo, es crítico respecto a otras instituciones: la gestión regional de la Corporación de Desarrollo Indígena (CONADI) ha sido insuficiente para la magnitud de las necesidades en el Maule.
“Hace falta una institucionalidad sólida y territorial. Un funcionario para 30 comunas y más de 40 mil personas no basta.”
Lepian plantea que, a futuro, sería necesario un Ministerio de Asuntos Indígenas con presencia regional real.
Una ruka construida con esfuerzo: territorio ceremonial y educativo

El terreno donde se ubica la ruka fue entregado por Bienes Nacionales en 2013. Antes era una escombrera y centro de acopio de áridos. Su transformación ha sido fruto del trabajo comunitario y de la orientación espiritual de la machi Chauquipirque.
Hoy, el espacio incluye:
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sector ceremonial
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áreas reforestadas con especies nativas
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zonas de taller
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espacios de formación para niñeces y jóvenes
El werken explica que especies como el boldo, el quillay o el huingan se han adaptado bien, mientras que otras como el canelo requieren cuidados especiales debido a las altas temperaturas de Talca.
La ruka funciona como centro educativo abierto, donde niñas, niños y jóvenes aprenden lengua y cultura mapuche a través de talleres, juegos y ceremonias.
“Lo importante es generar vivencias. La teoría puede estar en un libro, pero la vivencia queda para siempre.”
Las actividades incluyen:
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Mapudungun básico, intermedio y avanzado
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Relatos tradicionales (Piam, Epeu)
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Juegos como palín, maumillán, comicán y juegos de estrategia
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Ceremonias como el Wiñol Tripantu
Este enfoque permite que las nuevas generaciones comprendan su origen desde la experiencia directa, no como una historia ajena o distante.
Trabajo con la comunidad educativa: identidad para las nuevas generaciones

La ruka es visitada constantemente por establecimientos educacionales desde la primera infancia hasta educación superior. El objetivo es entregar una mirada respetuosa e integradora sobre la historia indígena:
“Queremos que los niños entiendan que los orígenes de Chile no llegan con un barco el 12 de octubre. Aquí ya había pueblos preexistentes y seguimos aquí.”
Además de Talca, otras rucas de la región —como Constitución y San Javier— realizan actividades similares, contribuyendo a la construcción de una educación intercultural desde los territorios.
Lepian concluye con un mensaje de respeto y reconocimiento mutuo:
“Esperamos seguir trabajando para que seamos una sociedad que reconozca este origen y que nos respetemos. El respeto es esencial para avanzar.”


