Reconocido por la Superintendencia de Educación en abril de 2025, el establecimiento destaca por un modelo pedagógico basado en la cosmovisión mapuche, el respeto al medio ambiente y el fortalecimiento de la identidad local.
CURICÓ, REGIÓN DEL MAULE – En el sexto capítulo de “Herencia Ancestral: Comidas, Juegos y Tradiciones que Nos Unen”, exploramos el trabajo del Colegio Multicultural Rayen Mapu, ubicado en Tutuquén Bajo, uno de los pocos establecimientos del Maule que desarrolla un proyecto educativo cimentado en la cosmovisión mapuche y en prácticas interculturales cotidianas.
El 22 de abril de 2025, el colegio fue reconocido por la Superintendencia de Educación por sus buenas prácticas que promueven convivencia escolar, respeto entre estudiantes y una educación inclusiva. Entre 179 iniciativas postuladas, Rayen Mapu fue seleccionado dentro de las 20 buenas ideas consolidadas y 16 estrategias destacadas a nivel nacional.
Para conocer cómo opera este innovador modelo, conversamos con Carolina Figueroa, directora del establecimiento, y Romina Aburto, jefa de UTP, quienes detallaron el origen, sentido y desafíos de este proyecto que imparte educación desde Prekínder a 8° año básico.
Un colegio con casi un siglo de historia que redefinió su identidad

Aunque el colegio cumplirá pronto 98 años, su identidad multicultural es reciente. Originalmente funcionó como Escuela Osvaldo Correa S-17, instalada en un sector agrícola del territorio.
La directora explica que el giro comenzó alrededor de 2015, cuando surgió la posibilidad ministerial de que los colegios definieran sellos propios. La ubicación geográfica —entre dos ríos, cerca del sitio arqueológico de Tutuquén— impulsó una reflexión sobre la historia del territorio y su vínculo con pueblos originarios, especialmente el pueblo mapuche picunche.
“Hubo un proceso de diálogo y votación con toda la comunidad educativa. De ahí nace este proyecto que hoy conocemos como Colegio Multicultural Rayen Mapu.”, señaló Figueroa.
Una ruca construida por la comunidad: arquitectura educativa y símbolo cultural

La ruca donde se desarrolló la entrevista no fue obra de contratistas, sino un trabajo colectivo.
“No vinieron maestros a construir la ruca: la levantaron las familias, asistentes, docentes. Hacerla propia permitió que el espacio cobrara sentido simbólico.”, explicó Aburto.
Hoy la ruca es aula, punto de encuentro, laboratorio cultural y espacio ceremonial. Se utiliza para talleres, ceremonias, actividades de lengua y cultura, y para el Wiñol Tripantu, articulando conocimiento ancestral y aprendizaje escolar.
Ser un colegio multicultural: una responsabilidad cotidiana

En Rayen Mapu, la interculturalidad no es un adorno ni un gesto de ocasión. Forma parte de la vida diaria del colegio y se respira en cada espacio. Su sello institucional —“Desde la cosmovisión mapuche construimos nuestra identidad local”— se manifiesta en prácticas permanentes que buscan evitar una visión folclorizada del mundo indígena. La directora lo expresa con claridad al señalar que “no se trata de mostrar costumbres solo en ciertos hitos; cada día debemos hacer vida el proyecto educativo”. Este espíritu se refleja en el trabajo constante con la comunidad indígena del sector, en el énfasis en el respeto y el cuidado del territorio, en la presencia de ceremonias y relatos tradicionales dentro de la rutina escolar, y en una enseñanza que privilegia la sensibilización cultural antes que una instrucción mecánica de la lengua. Así, la interculturalidad no es un contenido agregado, sino una forma de habitar la escuela.
Un día en Rayen Mapu: aprendizaje integral, emocional y territorial

Cada mañana, los niños y niñas son recibidos con afecto en la entrada del colegio, un gesto que inaugura la jornada con la misma importancia que cualquier asignatura del currículum. “Aquí nos importa cómo llega cada estudiante, su bienestar y la forma en que convivimos con el entorno”, comenta la jefa UTP, describiendo un ambiente donde la educación emocional y la comunidad tienen un lugar central. A lo largo del día, las clases tradicionales conviven con talleres de lengua y cultura indígena, actividades de vinculación con la tierra en el huerto escolar y experiencias prácticas como la orfebrería, el tejido o la narración oral. Los juegos mapuche, entre ellos el palín y el linao, se viven con naturalidad, igual que los ejercicios de observación del cielo que remiten a constelaciones ancestrales. En ciertos momentos, la escuela se transforma para acoger ceremonias como el LliLLipun, instancia que los estudiantes aprenden a vivir con respeto y solemnidad. La vivencia es el eje del aprendizaje; como señala el equipo pedagógico, “los niños aprenden haciendo: tostando trigo, preparando ulpo, creando mugai y viviendo la ceremonia con respeto”. En Rayen Mapu, cada día es una oportunidad para que los estudiantes conecten conocimiento, territorio y sentido de pertenencia.
Sensibilizar antes que enseñar la lengua: el enfoque territorial

En Tutuquén no existen hablantes nativos de mapudungún, por lo que la enseñanza parte desde la sensibilización, no desde la estructura lingüística formal.
“No podemos iniciar desde el idioma porque no está en el hogar. Pero sí podemos partir con relatos, elementos de la naturaleza, permisos ceremoniales y comprensión espiritual.”, explica Aburto.
Esta aproximación ha permitido que los estudiantes comprendan el sentido profundo de las prácticas, como mirar al sol durante la rogativa, hacer silencio y agradecer a la tierra.
Vínculo con la comunidad: encuentros abiertos y aprendizaje colectivo

El colegio mantiene una relación directa con organizaciones indígenas del sector. Actividades como “Ruca Abierta” han permitido que familias del entorno conozcan el proyecto, participen en talleres y compartan experiencias tradicionales.
“Hemos trabajado con lamienes que enseñan preparación de harina tostada, mugai, ulpo y otros saberes. Las familias valoran esta conexión con el territorio.”, explica la directora.
La niña cazadora maulina: un recurso educativo único

En la ruca se exhibe una réplica creada por la artista visual Jo, inspirada en los restos óseos encontrados en el cementerio arqueológico de Tutuquén, datados en más de 10.000 años.
“Representa a una joven cazadora y ayuda a desmontar visiones patriarcales sobre los roles ancestrales.”, afirma Aburto.
Los niños reaccionan con asombro y curiosidad, reconociendo que el territorio tiene una historia milenaria que antecede al Chile contemporáneo.
Desafíos: más recursos, más proyección y más interculturalidad

Para la dirección del establecimiento, el principal desafío es asegurar continuidad y sostenibilidad del modelo:
“Necesitamos una educación inclusiva e intercultural transversal, que confronte el colonialismo todavía presente y que valore a los pueblos originarios como parte esencial del país.”, señala Figueroa.
Otro reto es fortalecer el trabajo con asociaciones indígenas y ampliar el número de docentes con formación intercultural.
Aunque el porcentaje de estudiantes pertenecientes a pueblos originarios es cercano al 6–9%, la comunidad escolar plantea que la identidad cultural debe ser inclusiva para todos.
“Más allá del apellido certificado en CONADI, lo importante es cómo habitamos hoy nuestra diversidad y cómo proyectamos ese diálogo hacia adelante.”, concluyó Aburto.


