En este primer capítulo del ciclo “Herencia Ancestral”, el historiador describe la mezcla entre alimentos autóctonos y prácticas traídas desde Europa que dio origen a la mesa y costumbres que hoy forman parte del Chile contemporáneo.
El historiador Dr. Enrique Muñoz Reyes, Director de la Universidad Católica del Maule sede Curicó, se adentró en los orígenes culinarios y recreativos que marcaron la identidad cultural del país. En conversación para este primer episodio del proyecto “Herencia Ancestral: Comidas, Juegos y Tradiciones que Nos Unen”, el académico explicó qué alimentos existían en América antes de la llegada europea, cómo se produjo el mestizaje gastronómico y de qué manera surgieron juegos, celebraciones y costumbres que aún perduran.
En lugar de iniciar por la llegada europea —como suele abordarse— el Dr. Muñoz destaca primero que “América poseía alimentos que no existían en Europa”, entre ellos maíz, papa, tomate, cacao y una variedad de fruta nativa, como la frutilla chilena originaria de la zona de Nahuelbuta.
El maíz se cultivaba desde el norte grande hasta el centro-sur y estaba profundamente asociado a las identidades mayas, aztecas e incas. La papa, por su parte, tenía una presencia especialmente fuerte en el altiplano y en la cultura chilota, donde se desarrollaron múltiples variedades que siguen vigentes hasta hoy.
También detalla que las carnes consumidas eran de camélidos nativos —llama, guanaco y alpaca—, animales fundamentales en la dieta prehispánica. Esto configuró una primera matriz culinaria completamente autóctona.
El mestizaje culinario: cuando el trigo, las vacas y los caballos cambiaron la historia

Con la llegada europea, la alimentación americana experimentó transformaciones decisivas. “Los españoles trajeron animales y cultivos que en América no existían: caballos, ovejas, vacas y el trigo para hacer pan”, explica Muñoz.
Este encuentro originó preparaciones nuevas que hoy parecen tradicionales pero son, en realidad, el resultado directo del mestizaje.
El académico subraya que el charquicán es un ejemplo claro: mezcla papa, maíz y zapallo —todos productos americanos— con charqui de vacuno o caballo, introducidos por los europeos. Algo similar ocurrió con el mote con huesillo, preparación que combina el trigo europeo con frutas como el durazno, proveniente del Medio Oriente.
Estas transformaciones marcaron un punto de inflexión en la mesa chilena.
Costumbres coloniales: origen de “la once”, del pan amasado y del tejido junto al brasero

El Dr. Muñoz reconstruye un ambiente cotidiano de la época colonial, donde el trabajo de sol a sol, especialmente en las haciendas ganaderas, marcaba el ritmo de vida.
Relata que hacia el atardecer los hombres solían reunirse a beber aguardiente o vino y a jugar cartas, mientras las mujeres preparaban pan amasado, dulces de leche o tejidos alrededor del brasero.
De allí nace la costumbre de “la once”, tradición que —según el historiador— “tiene un origen colonial asociado a estos espacios comunitarios, y que se mantiene hasta nuestros días».
El mate, los panes, los tejidos y la conversación nocturna conformaron una cultura doméstica que acompañaba la rutina laboral agrícola.
Juegos ancestrales: de la chueca mapuche a las carreras a la chilena

El académico recalca que los juegos también eran parte fundamental de la vida social antes y después de la llegada europea. Entre ellos menciona:
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La chueca mapuche, jugada con palos, similar al hockey moderno.
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Juegos mesoamericanos como el tlachtli, donde la pelota se movía con la cadera en un aro, parecidos a dinámicas deportivas actuales.
Durante la colonia surgió una práctica que identifica hasta hoy al mundo rural:
“Las carreras a la chilena, realizadas incluso sin montura, siguen practicándose desde esa época”, precisa.
En torno a estas actividades se compartían alimentos como pan amasado, chicha, empanadas o mote con huesillo, reforzando la vida comunitaria.
Economía, ganadería y comida: cómo se consolidó el Chile colonial

El historiador detalla que entre 1540 y 1598, la economía española se organizó alrededor de la extracción de oro en zonas como Marga Marga, Quilacoya y Villarrica. La agricultura —especialmente el trigo— se desarrolló como actividad paralela y necesaria para sostener a la población.
Tras la batalla de Curalaba en 1598, la imposibilidad de continuar explotando el oro al sur del Biobío llevó a un nuevo ciclo económico centrado en el ganado ovino, bovino y mular. Esto fortaleció la producción de charqui, sebo, carne y diversas preparaciones que mezclaban ingredientes americanos y europeos.
Según el Dr. Muñoz, “nuestra alimentación es mestiza, igual que la composición genética del pueblo chileno”, y entender ese contexto ayuda a comprender por qué muchas recetas consideradas “típicas” tienen origen híbrido.


