Vecinos, devotos y autoridades relatan cómo esta manifestación ancestral se transmite por herencia familiar y convoca cada año a niños, jóvenes y adultos que mantienen viva la devoción a la Virgen del Rosario.
LICANTÉN, REGIÓN DEL MAULE – En el capítulo final de “Herencia Ancestral: Comidas, Juegos y Tradiciones que Nos Unen”, viajamos hasta la localidad de Lora para acompañar una de las expresiones más antiguas y significativas de la religiosidad popular chilena: el Baile de los Negros, una celebración donde música, danza y devoción se entrelazan cada tercer domingo de octubre en honor a la Virgen del Rosario.
A través del testimonio de vecinos, autoridades comunales y participantes históricos, este capítulo profundiza en cómo la tradición se transmite de generación en generación, cómo se integra la juventud y por qué esta manifestación sigue siendo un símbolo de identidad territorial.
Herencia familiar: la tradición como vínculo entre generaciones

Para muchas familias, participar en la festividad es un acto emocional y una promesa heredada. Pamela, quien comenzó como angelito y hoy es indiecita, señala:
“Mi familia completa participa: hijos, marido y nietos. Es una tradición que nos une y que enseñamos desde pequeños.”
El testimonio se repite entre los vecinos: padres, abuelos y bisabuelos han transmitido el baile, los atuendos y la devoción como parte de su identidad lorina.
Una tradición que convoca a toda la comunidad

La concejal Cristina Carrasco destacó el fuerte renacer de la participación juvenil en los últimos años:
“Es muy lindo ver a tantos jóvenes incorporándose a usar los atuendos tradicionales. La tradición sigue viva y cada vez más fuerte.”
El Baile de los Negros reúne a pifaneros, indias, encuerados y devotos que organizan la procesión, preparan los atuendos y cumplen promesas familiares transmitidas por décadas. Cada rol tiene un significado ritual y un compromiso comunitario profundo.
Madres e hijas: espiritualidad que se hereda

Gladys, junto a su hija Eva Luna, relataron cómo la tradición se ha mantenido en su familia:
“Mi abuela bailaba. Mi papá nos enseñó. Ahora yo participo con mi hija, para que este legado no se pierda.”
Eva Luna, representante de la juventud local, añade:
“Es hermoso. Hay que motivar a los jóvenes para que esto nunca se pierda.”
Gladys también compartió una de las historias más conocidas sobre la llegada de la Virgen a Lora, un relato que forma parte de la memoria popular y que continúa transmitiéndose oralmente.
Juventud presente: un relevo asegurado

El alcalde de Licantén, Claudio Reyes, subrayó el compromiso de las nuevas generaciones:
“Muchos jóvenes trabajan fuera, pero vuelven solo para participar. La tradición está asegurada, porque la llevan en el corazón.”
Además, la autoridad recalcó el impacto del Baile en el desarrollo turístico de la comuna, especialmente en su dimensión patrimonial y cultural.
La voz de la experiencia: 40 años como encuerado

Uno de los testimonios más emblemáticos es el de Moisés Veliz, encuerado con más de cuatro décadas de participación.
“El encuerado existe para proteger a la Virgen. Llevo más de 40 años aquí, y lo más importante es ver motivados a los niños que vienen detrás.”
Su relato revive historias antiguas sobre la defensa de la imagen y la profunda devoción que rodea a la fiesta.
La comunidad lorina: memoria viva y pertenencia

Vecinas como Carmen Veliz, Katherine, Virginia Aguilar y Jaqueline coinciden en un mismo mensaje: esta es una tradición que no pertenece a una persona, sino a todo el pueblo.
Virginia, de 83 años, lo resume con una frase que resuena en toda la comunidad:
“He venido toda la vida. Cuando se terminan los viejos, llegan los nuevos.”
Para muchos lorinos que migraron a otras ciudades, volver al Baile de los Negros es un acto de identidad que mantiene el vínculo con su origen.
Un patrimonio que se aprende mirando y haciendo

El Baile de los Negros se transmite principalmente en el seno familiar y durante la propia fiesta.
Niños y jóvenes aprenden observando, imitando pasos y participando en la procesión. Los pifaneros, únicos en requerir ensayos, se preparan con semanas de anticipación.
La participación no tiene restricciones: basta el respeto, la devoción y el compromiso con la Virgen del Rosario para ser parte de esta manifestación que ha perdurado gracias a la comunidad.


